“Mutanti”, la obra con la que Diego Bianchi ganó el Premio Azcuy 2019, fue emplazada en el edificio Donna Terra, donde desde ahora una pieza escultórica tubular emula una gran lombriz de 70 metros en acero inoxidable que ondula por distintos sectores de la torre ubicada en el barrio porteño de Caballito y en algunos de sus tramos funciona como compostera de desechos orgánicos.
En la sinergia de proyectos inmobiliarios exclusivos que buscan articular sus arquitecturas con las artes visuales, esta instalación de Bianchi, que obtuvo el galardón que busca fomentar la producción artística incentivando la relación con el entorno residencial y de la ciudad, propone una reflexión entre lo urbano y lo natural mientras ondula por espacios comunes del edificio, en cercanías a la pileta, el patio o la ventana del gimnasio como parte del primer emprendimiento de la serie Donna, desarrollado por el estudio Azcuy en la avenida Pedro Goyena.
Realizada en acero inoxidable, “Mutanti” es una pieza escultórica de unos 70 metros que serpentea como una enorme lombriz plateada por el espacio al aire libre del flamante edificio inspirado en la tierra. En algunas de sus partes, la obra tiene accesos rebatibles para que los vecinos depositen sus residuos orgánicos haciendo la función de una compostera, ese artefacto cada vez más utilizado en contextos urbanos a través del que se activa el proceso de compostaje por el cual las lombrices se alimentan de los desechos orgánicos y los transforman en abono para la tierra.
De este modo, la obra ideada por Bianchi activa el valor ecológico de separar la basura -una práctica más naturalizada en hogares de entornos rurales- y en ese gesto despliega reflexiones sobre el cuidado de la tierra y el medio ambiente ya que la compostera transforma los residuos ecológicos en recursos que después servirán para el suelo, además de reducir significativamente la basura y la contaminación ambiental.
La obra que el artista ideó como proyecto y se impuso a otras 304 presentadas para la edición del galardón tuvo ahora el desafío de desarrollarse a escala real en lo que fue una tarea compleja si se toma en consideración el tamaño de la obra, sus partes rebatibles y la ondulación. Desde su origen, la imaginó para que pueda ser apropiada por los habitantes del edificio y permita “reconectarlos con la observación de los fenómenos y las fuerzas de la naturaleza, e iniciar algún tipo de camino en pos de su cuidado”, de acuerdo a la interpretación difundida por el Premio Azcuy, que desarrolló el reconocimiento en alianza con el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Al inaugurar la instalación, Bianchi confesó que “ver la obra terminada me genera mucho asombro” y explicó que “en general todas mis obras son una lucha contra la imposibilidad y nunca sé realmente como van a quedar por lo que verlas materializadas me maravilla, me convierto en el primer espectador, me olvido de casi todos los pasos constructivos y derivas, de las partes difíciles…en este caso verla en funcionamiento me provoca mucha felicidad”.