Los domingos desde la mañana y hasta bien entrada la tarde funciona en el Parque Rivadvia de Caballito una feria de manteros dedicada al coleccionismo. En el último tiempo creció en público y puestos, es uno de los grandes atractivos de este pulmón verde ubicado en Rivadavia al 4900.
“Me acuerdo en la época del 2000, el parque estaba lleno de puestos, ver cómo creció en el último tiempo me llena de recuerdos, una mezcla de emoción por todo lo que uno vive, conoce gente, hace amigos en el camino del coleccionismo”, dice Claudio, un coleccionista de toda la vida. Si bien trabaja de otra casa, los fines de semana tiene un puesto en la feria del vecino Parque Centenario y empezó a vender en el Rivadavia.
Claudio por gusto colecciona figuras de acción de los años noventa de Marvel y de Star Wars. Muchas luego las revende o directamente trae del exterior a pedido.
La suya es una de las tantas historias que se escuchan los domingos entre los caminos internos del Parque Rivadavia.
Originalmente, en este pulmón verde funciona la llamada Feria del Ombú, con ingreso por la calle Rosario. Se trata de decenas de puestos regulados por la autoridad porteña. Allí sobresalen las figuras de acción, las figuritas y las revistas antiguas.
Con el tiempo, alrededor de estos puestos se empezaron a ubicar mantas con todo tipo de productos. En general, son coleccionistas que venden parte de sus objetos personales. Se cansaron, quieren reinvertir la plata, apuestan a nuevos proyectos, los motivos son variados.
También hay revendedores silvestres e incluso toy makers o creadores de muñecos. En este caso hay quienes producen figuras con impresora 3D -que los hacen mucho más accesibles- o aquellos que se dedican a replicar accesorios de colecciones icónicas como He Man, debido a la dificultad y el costo de las piezas originales; a veces sale más una espada que el muñeco mismo.
Se trata de un paseo para todo público y todos los bolsillos. En las vacaciones de invierno fue un sitio elegido por las familias ya que buena parte de las mantas ofrecen figuras accesibles, como las colecciones de las famosas casas de comida rápida. También hay calcos, posters o figuritas.
En línea con lo familiar, el paseo sirve como un vínculo entre padres e hijos. Hay muchas charlas que empiezan con la frase “Cuando vos eras más chico” o “Cuando yo tenía tu edad”. Series icónicas que trascendieron generaciones como Dragon Ball sirven como puente para estos momentos compartidos.
También hay espacio para los coleccionistas paladar negro, ya que pueden encontrarse figuras antiguas, difíciles o muy codiciadas. Todo esto se ve reflejado en su precio.
“A lo mejor pasa uno y ve un muñeco y, al verlo en una manta pregunta el precio pensado que está dos pesos, le decís cuánto sale y se van medio pálidos, pero el coleccionismo es así, tiene la parte linda y tiene la parte en que te chocás con dificultades”, aseguran un mantero dedicado a la reventa de la serie Amos del Universo.
Pese a ello, el que busca encuentra. “A veces tenés un buen día y revolviendo encontrás lo que para vos es oro en polvo y para otro es una baratija. Pero no te podés confiar en la suerte, es la constancia, ser cabeza dura y venir todas las veces que tengas que venir”, cuenta un coleccionista habitúe, que viene desde que la feria era apenas unas pocas mantas alrededor del paseo original.
En los últimos meses hubo algunas situaciones en que la policía se hizo presente antes de la hora de inicio. Esas jornadas hubo menos puestos y la sensación de que dentro de poco se terminaba. No obstante, la feria sigue y crece, de la mano de gente que necesita vender y quienes desean disfrutar de un paseo único, un museo a cielo abierto de la cultura popular, una chance para dar con ese grial y cerrar el círculo de la colección propia.